La autora pone de manifiesto cómo los más recientes descubrimientos en neurociencia continúan reforzando la teoría de que el arte dramático constituye una herramienta educativa esencial, en concordancia con el funcionamiento cerebral, pero conectado también a las emociones y a los mundos con los que sueñan niñas y niños. Subraya los beneficios que el arte dramático y la experiencia imaginada pueden tener sobre el aprendizaje, la creatividad, las habilidades de pensamiento, la memoria, la motivación y la autoestima; explica por qué y cómo contribuye al aprendizaje. La autora aboga por un enfoque holístico del aprendizaje basado en el crecimiento personal, social y emocional y sostiene que el teatro puede ser un medio para el desarrollo de capacidades y aptitudes tanto en el profesorado como en el alumnado. Proporciona planes de trabajo cuidadosamente explicados que se completan con hojas de actividades fotocopiables y recursos online, dirige al lector detenidamente a través de posibles dicicultades que pueden surgir e indica con claridad el potencial educativo del arte dramático en cada una de sus etapas.